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jueves, 14 de agosto de 2014

LAS CARMELITAS DESCALZAS DEL CARMEN ALTO Y LA REPOSTERÍA

Por Myriam Navas
Investigadora del Museo del Carmen Alto

Este artículo fue publicado originalmente en la revista del Instituto Iberoamericano del Patrimonio Natural y Cultural (IPANC), en la serie "Somos patrimonio. Mujeres, oficios y artesanías patrimoniales".

El Monasterio del Carmen de San José o Carmen Alto fue fundado en 1653 por cuatro monjas que vinieron de Lima. Siguiendo los preceptos de Santa Teresa de Jesús, reformadora de la Orden Carmelita, la comunidad quiteña de Carmelitas Descalzas está formada por 21 monjas que llevan una vida contemplativa en el retiro de la clausura. Viven consagradas íntegramente a la oración de intercesión por el mundo entero y por la salvación de las almas.

El Museo del Carmen Alto muestra al público representaciones
museográficas de la repostería carmelita.
Su vida austera dedicada a Dios, se complementa con el trabajo. Para ellas, la labor de sus manos constituye una ofrenda al Señor. En un ambiente de sencillez y alegría, todas comparten el trabajo con el fin de solventar las necesidades de la comunidad. Realizan sus labores en silencio y en un ambiente de oración. La repostería es una de las actividades a las que dedican parte de su tiempo.  

La combinación de la vida contemplativa y el desarrollo de la repostería no son incompatibles.  En el pasado, las mujeres que profesaban en este Monasterio provenían de las familias más acomodadas de la sociedad quiteña y al ingresar a la vida conventual, traían sus conocimientos sobre culinaria. La comida del día a día -era y sigue siendo- sencilla.  Sin embargo, para las festividades como el día de Reyes, San José, Corpus Christi, la fiesta de la Virgen del Carmen, la Virgen del Tránsito y la Navidad, se esmeraban en la elaboración de postres hechos a base de leche, helados, tamales, dulces, empanadas, mazapanes, hostias con maní, alfajores, costras, bizcochos, torrejas, tortas y molletes(1).


Al igual que antes, las nuevas generaciones de monjas aportan con los saberes aprendidos en su vida seglar o compartidos con hermanas de otras comunidades carmelitas. Siguiendo su tradición, aún preparan cuidadosamente dulces con ocasión de las fiestas religiosas para compartirlos con las autoridades eclesiásticas, bienhechores y personas allegadas al Monasterio y para ofrecerlos al público a través del torno, único medio de contacto de las monjas con el mundo exterior, donde se puede adquirir delicias como: alfajores, galletas, limones rellenos de manjar, turrones y trufas de chocolate.  

(1) Pacheco, Adriana. Historia del Convento del Carmen Alto. Quito, Abya Yala, 2000, 67-68 pp.

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