Por Omar Andrango
Comunicador Social
“Ver y no tocar” solía ser la ley de los museos décadas
atrás. No obstante, con el paso del tiempo y tras amplios debates, se han
formulado numerosas estrategias orientadas a establecer nexos significativos entre
los visitantes, sus experiencias, los espacios y las exposiciones. Este cambio
de paradigma plantea trascender los objetos y enfocarse en las personas para
que los museos apoyen activamente a los procesos de desarrollo social.
Como consecuencia, las colecciones de los museos se
revalorizan no solo por su cuantía patrimonial e histórica, sino también por
ser catalizadoras de procesos críticos, reflexivos, que aportan en la
construcción de identidades locales.
Las estrategias educativas atenúan la distancia entre los niños y las exposiciones. |
Actualmente, los museos muestran un particular interés en
conocer a sus públicos e interlocutores. Los proyectos educativos son, en este
sentido, un puntal de la gestión que se realiza paralelamente a la conservación
del patrimonio y, de manera transversal, al desarrollo de propuestas museográficas,
las cuales buscan atenuar cada vez más las fronteras entre el espectador y el
museo.
Cada museo tiene particularidades que determinan su modo de
relacionarse con el público. Por ejemplo, existen museos interactivos cuyos
objetos están diseñados para ser manipulados, pero también otros donde la
preservación de las obras es prioritaria, dado su valor histórico, social,
económico, etc.
Este último es el caso del Museo del Carmen Alto, que
alberga más de 2596 bienes, entre los cuales destacan pinturas, esculturas y
materiales textiles que datan de los siglos XVIII, XIX e inicios del XX; y que ocupa
un espacio patrimonial que, en el pasado, fue el hogar de Santa Mariana de
Jesús y de las monjas carmelitas descalzas de Quito.
Este espacio metropolitano, que es parte de la Fundación
Museos de la Ciudad, muestra al público la vida de Santa Mariana de Jesús y la
vida cotidiana de las carmelitas descalzas a través de su extensa colección de
arte. Periódicamente atrae públicos adultos con diferentes intereses que
oscilan entre el disfrute estético de las obras, el interés en la historia del
monasterio, en los procesos de restauración y conservación, y también en el
ejercicio de su espiritualidad.
No obstante, según Fabricio García, jefe de museología
educativa, uno de los retos primordiales para el museo es ofrecer experiencias
significativas al público infantil, facilitando su acceso a los contenidos de
las exposiciones y atrayendo su interés.
Debido a la riqueza patrimonial del museo, un recorrido
profundo por las salas podría tomar más de dos horas. Esto hizo necesario
replantear los contenidos y cimentar una propuesta educativa específica para
los menores, modificando las formas de enunciación de los contenidos e
incorporando recursos educativos que atenúan la notable distancia entre los
niños y las obras.
El Museo del Carmen Alto incorporó herramientas educativas que permiten a los niños apreciar de mejor forma el patrimonio. |
La memoria oral y la
mochila educativa
Las sonrisas y comentarios alegres de los niños son
indicadores positivos de la gestión educativa dentro de un museo. Hay un grupo de niños y niñas que, sentados en
círculo, escuchan con atención a Estafanía Osorio, mediadora, en el Refectorio
del Museo. En el pasado, este espacio era usado por las hermanas carmelitas para
ingerir los alimentos en un ambiente de oración.
La mochila cuenta con herramientas que facilitan a los niños la comprensión de los contenidos complejos. |
Como parte del recorrido, la mediadora muestra a los
pequeños imágenes de los oficios que realizan las carmelitas y les ofrece un
pequeño frasco con hostias, de las que son elaboradas en el monasterio, para
que puedan olfatearlas y probarlas.
En otro espacio, Esteban Herrera, mediador, habla sobre la
pintura mural usando réplicas de los grabados que inspiraron dichas obras. Los
recursos educativos circulan entre las manos de los niños y niñas, quienes
miran atentos y contrastan entre los detalles de las réplicas y las pinturas en
los muros.
Estos objetos forman parte de una “mochila educativa” que
fue implementada recientemente en el Museo del Carmen Alto. El objetivo, según
García, es “complementar los recorridos
con instrumentos que ayuden a contextualizar los objetos expositivos, para que
los niños puedan reinterpretarlos, y así enriquecer el diálogo sobre los temas
que se abordan en el recorrido”.
“Las imágenes estimulan el pensamiento visual, pero también
existen elementos que apelan al resto de sentidos, como un tambor, un rondador,
una pelota y un sonajero. También enunciamos los contenidos como si se tratase
de un cuento, porque esto facilita la comprensión y la reflexión en los
pequeños”, agregó García.
Al final de los recorridos, los niños y niñas representan lo
aprendido plasmándolo en una pintura. El museo provee los materiales y los
invita a expresarse con libertad. A través de estas, y otras actividades, se
espera que la experiencia de los pequeños sea positiva y memorable.
“Cuando los chicos conocen el patrimonio del museo de formas
dinámicas y divertidas, existen más posibilidades de que los disfruten, de que
lo valoren y de que contagien esas sensaciones a sus familiares y amigos”,
concluyó García.
Al final del recorrido, los menores plasman lo aprendido libremente. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario