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miércoles, 27 de agosto de 2014

EL PATRIMONIO, MÁS CERCA DE LOS NIÑOS Y NIÑAS

Por Omar Andrango
Comunicador Social

“Ver y no tocar” solía ser la ley de los museos décadas atrás. No obstante, con el paso del tiempo y tras amplios debates, se han formulado numerosas estrategias orientadas a establecer nexos significativos entre los visitantes, sus experiencias, los espacios y las exposiciones. Este cambio de paradigma plantea trascender los objetos y enfocarse en las personas para que los museos apoyen activamente a los procesos de desarrollo social.

Como consecuencia, las colecciones de los museos se revalorizan no solo por su cuantía patrimonial e histórica, sino también por ser catalizadoras de procesos críticos, reflexivos, que aportan en la construcción de identidades locales.
Las estrategias educativas atenúan la distancia entre
los niños y las exposiciones.

Actualmente, los museos muestran un particular interés en conocer a sus públicos e interlocutores. Los proyectos educativos son, en este sentido, un puntal de la gestión que se realiza paralelamente a la conservación del patrimonio y, de manera transversal, al desarrollo de propuestas museográficas, las cuales buscan atenuar cada vez más las fronteras entre el espectador y el museo.

Cada museo tiene particularidades que determinan su modo de relacionarse con el público. Por ejemplo, existen museos interactivos cuyos objetos están diseñados para ser manipulados, pero también otros donde la preservación de las obras es prioritaria, dado su valor histórico, social, económico, etc.

Este último es el caso del Museo del Carmen Alto, que alberga más de 2596 bienes, entre los cuales destacan pinturas, esculturas y materiales textiles que datan de los siglos XVIII, XIX e inicios del XX; y que ocupa un espacio patrimonial que, en el pasado, fue el hogar de Santa Mariana de Jesús y de las monjas carmelitas descalzas de Quito.

Este espacio metropolitano, que es parte de la Fundación Museos de la Ciudad, muestra al público la vida de Santa Mariana de Jesús y la vida cotidiana de las carmelitas descalzas a través de su extensa colección de arte. Periódicamente atrae públicos adultos con diferentes intereses que oscilan entre el disfrute estético de las obras, el interés en la historia del monasterio, en los procesos de restauración y conservación, y también en el ejercicio de su espiritualidad.

No obstante, según Fabricio García, jefe de museología educativa, uno de los retos primordiales para el museo es ofrecer experiencias significativas al público infantil, facilitando su acceso a los contenidos de las exposiciones y atrayendo su interés.

Debido a la riqueza patrimonial del museo, un recorrido profundo por las salas podría tomar más de dos horas. Esto hizo necesario replantear los contenidos y cimentar una propuesta educativa específica para los menores, modificando las formas de enunciación de los contenidos e incorporando recursos educativos que atenúan la notable distancia entre los niños y las obras.

El Museo del Carmen Alto incorporó herramientas educativas
que permiten a los niños apreciar de mejor forma el patrimonio.

La memoria oral y la mochila educativa

Las sonrisas y comentarios alegres de los niños son indicadores positivos de la gestión educativa dentro de un museo.  Hay un grupo de niños y niñas que, sentados en círculo, escuchan con atención a Estafanía Osorio, mediadora, en el Refectorio del Museo. En el pasado, este espacio era usado por las hermanas carmelitas para ingerir los alimentos en un ambiente de oración.

La mochila cuenta con herramientas que facilitan a
los niños la comprensión de los contenidos complejos.
Como parte del recorrido, la mediadora muestra a los pequeños imágenes de los oficios que realizan las carmelitas y les ofrece un pequeño frasco con hostias, de las que son elaboradas en el monasterio, para que puedan olfatearlas y probarlas.

En otro espacio, Esteban Herrera, mediador, habla sobre la pintura mural usando réplicas de los grabados que inspiraron dichas obras. Los recursos educativos circulan entre las manos de los niños y niñas, quienes miran atentos y contrastan entre los detalles de las réplicas y las pinturas en los muros.

Estos objetos forman parte de una “mochila educativa” que fue implementada recientemente en el Museo del Carmen Alto. El objetivo, según García,  es “complementar los recorridos con instrumentos que ayuden a contextualizar los objetos expositivos, para que los niños puedan reinterpretarlos, y así enriquecer el diálogo sobre los temas que se abordan en el recorrido”.

“Las imágenes estimulan el pensamiento visual, pero también existen elementos que apelan al resto de sentidos, como un tambor, un rondador, una pelota y un sonajero. También enunciamos los contenidos como si se tratase de un cuento, porque esto facilita la comprensión y la reflexión en los pequeños”, agregó García.

Al final de los recorridos, los niños y niñas representan lo aprendido plasmándolo en una pintura. El museo provee los materiales y los invita a expresarse con libertad. A través de estas, y otras actividades, se espera que la experiencia de los pequeños sea positiva y memorable.

“Cuando los chicos conocen el patrimonio del museo de formas dinámicas y divertidas, existen más posibilidades de que los disfruten, de que lo valoren y de que contagien esas sensaciones a sus familiares y amigos”, concluyó García.

Al final del recorrido, los menores plasman lo aprendido libremente.

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